divendres, 5 de març del 2010

Aridos.

Arida la piel, fertil la mente. Avida de marchar a aprender aquello que llena por dentro. Huyes de la información vacía, de la retórica inexacta que se inmiscuye en tus anhelos más profundos. Llevas proyectando durante décadas tu imagen sin semejanza. Y una mochila te sonríe apoyada en el alféizar de la ventana con alas de libélula. Cargaste la batería de la cámara en tu último viaje llenando Esperanza para ti y para los que quieres. Recibes silencio de alguien y tal vez pasividad y eso aún te ayuda más. Llevas arena en los bolsillos y piedras de cada lugar que te impactó en los días de horizontes que guardarás a tu regreso, si es que algún día volvés a ese lugar del que partiste. Corrés en avión a la velocidad de la luz pero nunca llegás, o sí, pero no. Pasaron dos anyos desde aquel naufragio. Ya hace como siete que no sientes o sientes demasiado que no eres tú. Ahora se reconstruyó tu estructura de alambres y hormigón y te sientes en vertical como quien pisa la dura ladera del Fit Roy entre medio de glaciares. Sabes que esta vez no te resbalas. Conoces esa sensación y la ayuhenyas embadurnada de repelente de mosquitos. Esta vez la respuesta es clara, Árida y valiente. Te desenvuelves en la realidad de los días. Paseas por ciudades sin arquitectura impuesta aunque llena de naturalidad. Te quieres y esta vez no te vas.
Besos.

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Si quieres orbitar, puedes, claro...